
El impacto de la educación en el proyecto de vida
Análisis crítico del ensayo del Dr. Ovidio D'Angelo Hernandez "Proyecto de Vida como categoría básica de interpretación de la identidad individual y social".
Más que dedicarse a exponer la interrelación que guarda el Proyecto de Vida (PV) con la identidad individual y social, considero que D’Angelo (1996) enfoca su trabajo hacia el efecto que tiene la educación sobre el PV.
Como suele proponerse en toda ciencia social, la educación es el génesis del cambio individual y colectivo. En el terreno del desarrollo humano, me parece alentador que un PV –individual o colectivo- guarde íntima relación con la educación, concretamente de tipo reflexivo-creativa.
Cuando D’Angelo (1996) señala que la identidad individual y social, así como sus interacciones, se dan en el marco de normas y patrones, que codifican a la persona y personalidad, pareciera que el autor mantiene una postura determinista-fatalista, en la que el individuo pareciera supeditado a las influencias del entorno.
Sin embargo, D’Angelo parte del entendido que la expresión de la identidad y su negociación con el entorno social quedan definidos por la capacidad del individuo para apreciar sus propias acciones con crítica, reflexión y creatividad.
Es aquí donde se abre la ventana de oportunidad para forjar identidades capaces de establecer un proyecto (personal y social) constructivo.
Y es que hoy día, las interacciones son cada vez más complejas, ya que las otrora influyentes instituciones sociales como la Iglesia y los medios tradicionales de comunicación, han cedido su hegemonía a los nuevos acuerdos de interacción, en los que ni los padres de familia ejercen la misma influencia sobre sus hijos, ni los medios ejercen la “aguja hipodérmica” sobre la colectividad.
El autor señala que son la multiplicidad de aspectos (físicos, emocionales o sociales, entre otros) los que van forjando la autovaloración del ser y hacer, y apunta a la Situación Social de Desarrollo (SSD), como factor que explica la asimilación psicológica en una etapa y entre etapas de vida del individuo. Partiendo de este marco conceptual, se establece que el individuo adopta “orientaciones de la personalidad hacia el futuro de la vida individual-social” (1982).
Coincido con D’Angelo cuando menciona que las orientaciones arriba señaladas son producto del sistema de valores que no solo definen la dirección, sino también la capacidad para adaptar esa dirección ante las contingencias.
El reto está en que los valores arriba mencionados requieren de la formación del pensamiento crítico-reflexivo que propone.
Considero que lamentablemente América Latina se encuentra muy lejos de alcanzar estos niveles de actitudes y habilidades individuales y colectivas, puesto que los modelos e implementación de la enseñanza distan de promover la actitud autocrítica.
Esta deficiencia sobresale en los momentos de crisis, pues, a diferencia de la situación ideal que describe el autor, las sociedades latinoamericanas encuentran suma dificultad para redimensionar el entorno y revalorar los proyectos colectivos.
Así, me pregunto si la década perdida de los ochentas tenía que forzosamente ser un decenio de estancamiento social y económico para la región. Aunque D’Angelo no lo menciona, yo agregaría un componente más al tipo de interrelaciones que forjan la identidad: la del Estado con la colectividad.
Esta interrelación es particularmente delicada siendo que la libertad y dignidad humana requieren ser garantizados para posibilitar la proyección constructiva personal y social. Sin este marco de acción se derrumba la posibilidad constructivista de una proyección.
Me llama la atención que D’Angelo no haga hincapié en este rubro, puesto que es medular en la factibilidad del tipo de PV que propone para una plenitud en el desarrollo de los individuos y la sociedad.
Amén de la ponderación que el autor hace de los factores que inciden en los PV, coincido plenamente con la importancia que le da al factor educativo en la capacidad individual y colectiva para forjar una identidad que resulte en un Plan de Vida constructivo y dinámico.
El reto estará siempre en cómo poner en marcha este tipo de educación para promover las sociedades autorreflexivas y creativas que necesitamos, despojándola de toda politización e intereses hegemónicos.
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